miércoles, 3 de septiembre de 2008

El reencuentro (4 de agosto del 2008)


Ella se decidió a hablar hace un par de días, pero sus palabras aún tienen eco. Suele ocurrir con las mujeres: para bien o para mal, necesitamos un tiempo para comprenderlas. Dama altiva y elegante, niña bonita y bravía, abrió su boca lozana diciendo en parte lo que no queríamos escuchar y callando lo que queríamos oír. Suele suceder: las mujeres atiborran el aire con palabras, pero saben como nadie colmarlo de silencio. La reina madre muestra la corona y entonces engrana el orgullo de macho toro campeón. La señora de la cuadra se pasea sin mirar siquiera a los patrones de la vereda, “la aristocracia del barrio” diría Serrat y ellos sólo quieren chiflarla, silbidos como balas de aire corrosivo. La doncella se pasea con su esposo del brazo y ellos lo odian tanto como a ella. Suele ocurrir con los hombres: difícilmente nos caen bien los novios de ellas…y a veces, incluso, podemos tener razón. Ella pasa junto a su él, dos a quererse(o a necesitarse), doble comando, y siguen su camino. Atrás se queda la barrita de la esquina, con sus sillas en la vereda, con sus balcones como palcos en desfile, convidándose cucharadas de odio para escupir. Suele pasar con los hombres: las odiamos cuando ellas no hacen lo que queremos. Puede suceder con las mujeres: que ellas sólo hagan lo que quieren.
Pero ojo: reducir este impreciso cuadro a una cuestión de géneros sería confuso, simplista y peligroso. A menos que nos sirva para entender que cuando dos se pelean- sean del género que sean- puede pasar que ninguno tenga razón y ninguno de los dos sea la principal víctima. Ella habló y en algo sí vale compararla con toda mujer: bien o mal, nosotros la elegimos.

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