miércoles, 3 de septiembre de 2008

Niños (10 de agosto del 2008)

Y entonces todo el mundo fue suyo. Al menos el mundo de ensueño. Pequeñas semillitas de humanidad, criaturas de dios. Y el domingo se vistió ofrenda, y se empachó de mimos, y regalos, y las vidrieras se colmaron de ofertas caras y las máquinas registradoras llenaron su estómago metálico. Y montamos un altar en su honor y quisimos vernos reflejados en ellos y prometimos un mundo mejor, oh, un mundo mejor. Primero los niños y demás plegarias para le niño dormido.
Pero llegó el lunes, y el mundo real clavó su daga y nosotros cobardes, valientes o resignados bailamos su vals recurrentes comprobamos que de ellos no aprendimos nada. O casi tanto como ellos de nosotros. “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres” aseveraba Pitágoras y Alejadro Dumas pareció responderle “¿Cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación”. La buena educación, la mala educación. Y en nuestra ignorancia seguimos dividiendo el mundo en niños y adultos, en mundo de ensueño y en mundo real (todo , absolutamente aquello que pises y habites en este mundo, está hecho de sueño y quimera) .Los niños no mienten. Mentira de adultos. Niños y viejos, todos son parejos. ¿Realmente cuidamos a los niños, velamos por su futuro, su pan, su educación su mundo mejor, oh, un mundo mejor? La respuesta, positiva o negativa, es similar a la misma pregunta sobre los hombres.
Pareciera a veces que elegimos ser niños o adulto según la conveniencia. Niños y viejos, todos son parejos. Todos somos y seremos, indefectiblemente hombres. Tratemos entonces hacer algo mejor de ese inevitable destino. Quizá ser hombres-entre otras innumerables cosas- consista en no dejar de soñar como niños y a la vez evitar que nos sigan durmiendo como nenes.

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