martes, 16 de septiembre de 2008

Ticket to ride (16 de septiembre del 2008)

Quizá me esté poniendo viejo pero, de vez en cuando, me gusta dirigirme a los más chicos. Y no es que yo sea mucho más grande o posea alguna verdad elevada. Tómese apenas como un gesto de cariño. Quizá me esté poniendo inéditamente sabio, pero de vez en cuando, me gusta eludir las metáforas y ser lo más directo posible. Tómese apenas como un recurso lícito para no perder tiempo. Hace más de 30 años, un grupo de adolescentes que aún iban al colegio secundario, fueron secuestrados por el Gobierno Militar. Algunos sobrevivieron. Los otro no. La razón de la sinrazón fue que los chicos reclamaban en contra del boleto escolar, cuyo monto impedía a otros chicos asistir a clase diariamente. Quizá me este poniendo simple, pero eso se llama solidaridad. El telón de fondo de tal aberración fue un plan que todos conocen- o deberían-: dentro de sus objetivos, erradicar a cualquier joven con militancia o interés político. Hacia mediados de los 70 el 30% de los adolescentes y jóvenes estaban ligados a alguna actividad política. “La noche de los lápices” la llamaron. Hay una buena película, si te interesa.
Quizá corte abruptamente, pero sé que los tiempos cambiaron. A algunos chicos los movilizan los mismos intereses y a otros no. Creeme que no voy a considerarte menos si tu desvelo reside en un grupo musical o las últimas zapatillas o el fotolog de alguien. ¿O acaso para qué se es adolescente? Para divertirse fundamentalmente. Y no está mal. Los chicos que murieron entonces también tenían sus formas de diversión. Así que quedate tranquilo: no te voy a pedir que te hagas cargo de sus vidas que ya no están, ni cargues con las cruces y tumbas de otras generaciones. Sería un gesto valiente. Pero nadie en este país tiene derecho a reclamar héroes. Aunque sería todo un detalle detenerse a pensar que la vida- ese lugar donde existen las zapatillas y los grupos musicales y los fotologs y los micros escolares y todo- vale demasiado como para que a uno de los tuyos se la arranquen o se la denigren. Quizá me esté poniendo joven pero, de vez en cuando, me gusta pensar que la única edad que nos separa es la de aquellos que se conforman con que muchos no suban al micro y los que, en cambio, creemos que vale la pena viajar un poquito más incómodos para que entremos todos.

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